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domingo, 29 de mayo de 2011

El canto olvidado de el Tiriri


Arrastras el hastío de los días permanecidos en el hospital. Días de soledad pasados en la indiferencia que pervertía la habitación donde cada pocas jornadas la muerte o la salud te arrebataba el compañero de cuarto para sustituirlo por otro, de semblante tan demacrado como el tuyo, marcado por la enfermedad mostrada en inequívocos signos de afección.

Ahora vagas por las calles invadidas de rostros anónimos, de aires altivos, de miradas desatentas, donde se dibujan irreverentes y mezquinas muecas de displicencia o jactancia. Peregrinas entre el gentío, empujado por la impaciente necesidad de enfrentrate nuevamente a las añoradas ovaciones de quienes mostraban el agradecimiento a lo transmitido por tu canto en sostenidas aclamaciones, en las voces que vitoreaban para exteriorizar los delirios gozados por el sonido que tu voz flamenca propagaba. Minutos de aplausos arrancados a manos satisfechas; minutos de olés que emergen de voces vanidosas por haber saboreado el privilegio de tu canto, del estremecimiento que tu voz ha fustigado en sus corazones. Y esas loas se convertían en exaltaciones venidas directamente del cielo, tocadas de graciosa divinidad, para contentar tu alma, para llenarla de satifecha alegría. ¡Cuánto ansías que reverdezcan esos recordados tiempos! Que renazcan las aletargadas glorificaciones de tu celebridad, diluidas en el inexorable paso del tiempo, ocultas entre la sórdida maleza del olvido.

Hoy será tu día de gloria. Pronto estarás entre quienes te tienen presente en sus recuerdos, entristecidos ante tu larga ausencia. Pronto se llenarán tus oídos de voces, que clamarán tan deseado regreso, ávidas de los sentimientos legados por tu canto. No importa la rémora de tu aspecto desarreglado, la barba crecida de varios días sin conocer afeitado, del atuendo falto de planchado, del hambre al que se habitúa con dificultad tu estómago, de las noches penosamente dormidas, llenas de desvelos convocados por inquietudes y ansiedades, por la dureza del suelo, por la ingratitud de la intemperie.

Al fin se extiende nuevamente ante ti ese público tan inmortalizado en tus sueños. Y ahora habrás de hacerlo tu solo. Ningún maestro te acompaña, ningún guitarrista rasgará las cuerdas de su guitarra para arrancarles a su alma melodiosas notas que engrandezcan tu voz desgarrando los melancólicos pesares de quienes desde sus mesas murmuran, tan involucrados en sus conversaciones que apenas se han percatado de su presencia. Atenazado por los nervios de la primera vez, aflora en tu recuerdo con nitidez tu estreno en un escenario, mientras el murmullo persiste. Cantas. No se acalla el cuchicheo. Subes la voz. Se obstina el rumor. Cantas, cantas, cantas. Crece el murmullo generalizado, tal vez mostrando un malestar, como el atisbo de un reproche de desconocida procedencia. ¡Venga, ya está bien! ¿Es que no hay más terrazas donde dar la lata? te espeta el camarero mientras sirve una mesa cercana. Sus ocupantes, una pareja jóven, miran con ojos cargados de desdén tu suplicante mano que aguarda tremola la moneda que se hará esperar eternamente. Esta noche, una más, tampoco cenarás.

viernes, 28 de mayo de 2010

Paseo por Torremolinos
















Tiempo infinito el transcurrido desde mi última andada por el Paseo Marítimo de Torremolinos. Desde el verano pasado, toda una amarga e imperdonable eternidad. La apacibilidad de la temperatura, la mesura ambiental, el sosiego de la temporada aún soportable para evitar los venideros bullicios, las quietudes imposibles que nos aguardan, las invasiones de quienes vienen a coger prestado, en ínfima porciones, aquello de lo que gozamos, en un privilegio minusvalorado por desconocimiento, por imperdonable inconsciencia, todo el año.
En los auriculares, sonando íntimamente enlazado a mi deseo de deleitarme, envolviéndome en la seducción, dejándome llevar por la Heroica de Beethoven.
La Luna llena tiñe de plata la serenidad del mar, que apenas se mueve para derramar flemáticas olas en una orilla arropada por la parvedad de la luz que sobre ella se desliza.
Observo el broncíneo dinamismo, de las colosales estatuas, escapadas del lienzo de "Dos mujeres corriendo por la playa" de Picasso clasicista, con cierto ademán, una resuelta reminiscencia boteriana.
Me voy cruzando con grupos vocingleros, que expresan sus alegrías en prudente algarabía. Ellos y ellas rebozando juventud; una juventud que se me antoja tan lejana que invaden mi alma de bucólica añoranza, irrumpiéndo como doloroso prurito de envidia todo mi cuerpo. Juventud que se ha alejado sin remisión de mí, como un barco sin retorno que han emprendido una singladura cada vez más alejada de mi costa, para abandonar completamente mis orillas. Ellos exultantes de juventud por mí ya perdida; ellos pletóricos de belleza de la que siempre he carecido; ellos rezumando júbilo al que aún puedo aferrarme, cada vez con mayor dificultad, por las decepciones regaladas por los años, por la desilusiones que te saturan de desaliento conforme transcurre la vida.
Beethoven sigue sonando. La vida sigue discurriendo. Me desprendo de lastimosas sensaciones que pugnan, con maldad, por invadirme.
Ante mí, centellean cientos de luces perfilando el contorno de la Bahía de Málaga, desagarrando la oscuridad opaca que con dificultad escapa a la tímida diafanidad que la Luna sobre ella proyecta.
Me adentro por la Carihuela, donde todo adquiere una distinta dimensión.
De los restaurantes, chiringuitos y bares emanan sonidos de gozos. Allí han quedado olvidada la desazón que a cada uno preocupa.
Es de esperar la bula pontificia que conmine a quienes mueran en pecaminosa actitud por no haber conocido el paseo de Torremolinos antes de abandonar tan mundana vida.
La vuelta la realizo envolviéndome en las wagneriana oberturas Tannhäuser, de Tristán e Isolda, de Rienzi.
Ya sin afección por la juventud lejana, la belleza nunca detentada e impregnado de júbilo; igual que esos jóvenes con los que me crucé una eternidad ha.

sábado, 8 de mayo de 2010

Marisol, Pepa Flores















¿Quién no se perdió irremisiblemente en la inmensidad oceánica que baña tu mirada, en sus destellos cegadores, atrayentes?
¿Quien no suspiró por esa sonrisa deslumbrante, de resplandores hechiceros, quedando atrapado por el ensalmo que de ella se desprende?
Sentimientos viejos, añejos, que renacen como el Ave Fénix de unas cenizas aún incandescentes, aflorando con renovada intensidad, como si el tiempo se hubiese detenido en mi íntima infancia para resurgir, reconstituidos en su integridad ante la visión de tu rostro de belleza inmortal, de ternura inefable, de la sublimidad de tu sonrisa.
Hoy, ese niño que fui, trémolo ante tu televisiva presencia, el corazón amilanado, temeroso de cualquier daño instigado por la exigencia de guión cruel, ajeno a nuestro inocentes sentimientos, capaz de depararte el más nimio de los daños, ha renacido gracias al casual encuentro con esta foto tuya, Marisol/Pepa Flores




lunes, 29 de marzo de 2010

Vuelve la primavera
























Me he bañado en tu aroma de azahar, que apenas apagó los vestigios de los incensarios de la víspera, el olor a sirio, el sonido de tambores y trompetas aún tronando en ruidos lentamente mitigados, en una inútil resistencia para terminar acallándose del todo. Hechos de los que me siento alejado, por connivencia con creencias ajenas a mi mente, a mi manera de ver la vida, de entender este mundo, pero despiertan en mi alma cierto sabor de añoranzas, de recuerdos que no quieren disolverse en las tinieblas de un pasado reciente.
Me he bañado en los rayos de un sol que nos ha sido devuelto. En la templanza de tu aire, en la frescura de tu brisa.
La primavera ha vuelto y con ello la vida ha recobrado sus nuevos bríos. Aquellos oscuros nubarrones, aquellas incesantes tormentas, tan ajenas a nuestras costumbres ya forman parte de un pasado.
Bienvenido a tu tierra, Sol de primavera.

sábado, 6 de febrero de 2010

Frigiliana



















Serpentean tus calles empedradas,
como arterias que insuflan vida,
alvéolos que llevan frescura,
y cientos de colores estallan en tus paredes blancas
llenando nuestras miradas de alegría.

Casas de paredes encaladas
calles empinadas que nos llevan al sabor inigualable de tu vino,
a la inolvidable dulzura de tu miel,
savia de caña,
que como un hechizo divino,
recorre garganta deleitando hasta erizar la piel.

Frigiliana, pueblo blanco de la bella Axarquía,
desde tu montaña,
oteas la majestuosa Nerja y el Mediterráneo que baña sus pies,
bajo un cielo de crepusculares luces,
en una mañana naciente,
o reluces,
acariciada por un suave sol de mediodía.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Pasaje Chinitas
























Lejana juventud
Canto al Pasaje de Chinitas donde parte de ella aún permanece.


En tí fluctúan recuerdos de una lejana juventud,
impregnando y coloreando tus muros con remotas evocaciones,
sentimientos que por dolorosos, parecen emerger de un tenebroso infierno,
despertados por amores negados,
que como largos y fríos anocheceres de invierno
permanecen en mi interior aletargados.

Los años han calmado y serenado irremisiblemente mi impetuosa actitud,
han apaciguado mis pasiones,
aquellas que brotaban de una mente aturdida por el humo o excitada por licores,
entre gloriosa risa y algarabía
ahogando atisbo de tristezas, aplacando ardores
anhelantes de paraísos requeridos y reinos de alegría.

Nostalgia que llena mi ser de zozobra, mi espíritu de acritud,
elevas en mi interior emociones
cuando afloran ardientes pesares
por sentirte tan lejana
sobre recuerdos encumbrados en pedestales y altares
temeroso de lo que me reserva el mañana.

lunes, 11 de enero de 2010

Anita Delgado, Maharaní de Kharputala


Tal vez la melancolía que desprende tu mirada,
la delicadeza de tu belleza,
o el arte que impregna tus gráciles movimientos al bailar,
cautivaron el corazón de Jegait Singh, Maharajá de Khapurtala,
quien a la boda de Alfonso XIII acudió y en el Central-Kursaal con tu mirada, belleza y arte se encontró, para quedar atrapado en ellas.
Una de ella o las tres a la vez.
¿Tu mirada lo embaucó?
¿Tu belleza lo embelesó?
¿Tu arte lo hechizó?
Con vehemencia quiso conquistarte.
Con vehemencia le negaste.
Resignado debió partir, suspirando por el hueco negado en su harén,
como parte la grulla que atrás deja una primavera de lirios florecidos,
un verano de esplendorosas sombras verdes del follaje de árboles alegres reflejados en el espejo de un estanque,
huyendo del frío, de la tristeza, del vacío tenebroso hollado por amores refutados.
Vuela hacia tierras cálidas que llenen la desgarradora vacuidad que has dejado.
Ni siquiera entre su prolifero gineceo encontró consuelo el lacerado corazón de Maharajá.

Hasta que un día sus sufrimientos paliarías
accediendo a tan codiciadas nupcias,
permitiendo lo que antes negaras,
convirtiendo a una malagueña en Maharaní de Kharputala.